El domingo pasado, tras un gran casamiento, me dispuse a leer los diarios que llegan hasta mi domicilio. Este privilegio, me encanta leer mientras en mi casa todos duermen, suele traerme disgustos, alegrías y sinsabores. En la tapa del gran diario argentino descubro que hay proyectos para encarecer el peaje de acceso a la Ciudad de Buenos Aires si uno viaja solo.
¿Encarecer el peaje?. Yo ya me había referido al tema de los peajes en el post "Un día con mi auto".
Demás está decir la indignación que me causó esta noticia que se repitió en el Diario La Razón.
Por la noche, mientras cenabamos con mi familia, pudimos "disfrutar" del informe de Telenoche sobre cómo viajamos en tren, con una excelente comparación con las medidas de seguridad que se imponen al transporte de ganado.
Muy bien, criado en la zona oeste del Gran Buenos Aires conozco a la perfección lo que significa subirse al Sarmiento y no saber se uno va a poder bajar en la estación de destino. Sé de miles de historias de apretujones, golpes, choreos, manoseos, accidentes, muertes, etc, que no son leyendas urbanas sino tristes realidades.
Gracias a los arbitritos de la vida pude comprarme un auto, pero en determinado momento decidimos junto a mi mujer viajar a nuestros trabajos en los llamados "charters" dado que económicamente nos significaba más barato que utilizar el auto y nos ahorraba disgustos en el tránsito.
El charter se ha vuelto un gran negocio dado que para la clase media es una solución que evita soportar trenes, colectivos y subtes con grandes deficiencias horarias y de calidad. Esto lo sabe el "empresariado del charter" que cada tres o cuatro meses incrementa el abono mensual (cuando empecé a viajar pagaba $120 por mes y el último aumento lo llevaron a $ 200 - ida y vuelta).
Este gran servicio también tiene sus desventajas, dado que yo nunca llegué a saber si realmente si los micros estaban habilitados para realizar esos viajes. También los horarios dependen de muchísimos factores (cortes de calles, inspecciones, desperfectos mecánicos, etc.)
Por todo esto lo dejé.
Decidí, junto a mi mujer, que antes de regalarle $ 400 pesos por mes a un servicio malo, los ponía en el auto y viajabamos cómodos, con nuestros horarios.
Cómo justificadamente se quejan los usuarios de la ex línea Sarmiento, también produce estress el uso de la autopista concesionada AUSA. En el horario que viajo es casi un "Camel Trophy" llegar a la unión de las autovías Dellepiane y 25 de Mayo, donde el embudo provocado por esa unión genera y hace producir las más insólitas maniobras.
Camiones, colectivos, charters, autos luchan por un espacio que no respeta carriles, velocidades y modales.
La velocidad es de 0,5 kilómetros por hora y el tiempo perdido allí puede alcanzar los 30 minutos. Eso sí, el peaje siempre lo cobran, desconociendo todo tipo de ley y regulación.
En las autopistas tampoco hay control.
martes, noviembre 28, 2006
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