Es casi una pesadilla.
Mientras intentaba reponerme de la búsqueda infructuosa de un cargado imprescindible para mi labor, imaginaba el futuro.
Llovía con trueno, conjunción placentera en alguna otra circunstancia, y no sabía donde estaba mi norte.
Desde el martes tengo esa extraña sensación que no puedo describir y que se mantiene hasta hoy sin lograr superarla.
Una de las ideas que se me ocurrió, digna de ser analizada por un especialista, era la de matarme.
No quitarme la vida, hay demasiado aquí para tomar una resolución tan estúpida.
Quiero matar mi nombre.
Nominarme de otra forma.
Liquidar al que fuí y nacer nuevamente en otro ser.
Esa tamaña idea, más allá de su discutible estupidez, no desapareció.
Unos días tristes.
Demasiado tristes.
jueves, noviembre 16, 2006
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