martes, diciembre 26, 2006

Ya no puedo VI

Mierda!!!.
Se está terminando el año y poco me acuerdo del día de ayer. Eso realmente no importa y hoy, como hace mucho que no subo nada de mi "gran" proyecto dejo la sexta parte (le interesará a alguien realmente??).

Ya No Puedo


La escena no era la que esperaba Ibarra. Todo lo contrario. El auto, o lo que quedaba de él, yacía "abrazado" a una columna de alumbrado público y los bomberos forcejeaban los hierros como si algo allí dentro podía tener vida. Él deseaba que tenga vida, que respirara o que el corazón de la persona que estaba allí todavía diera algunos golpes.

Por la posición que se encontraba el auto tendría que haber otro muy cerca en las mismas condiciones o peor. El comisario no vio otro auto, pero si al camión que embistió al Galaxy que los bomberos estaban desarmando. Paradójicamente el vehículo, que pesaba alrededor de dos toneladas, presentaba algunos rasguños en su parte delantera y había perdido su paragolpes.

- Se me cruzó, no lo ví, por favor créanme…!!!. El semáforo estaba en verde y crucé.. no lo ví.
Casi llorando, el camionero intentaba explicarle a un oficial lo que ocurrió exactamente a las 00.45 hs del lunes 3 de febrero de 1998. Mientras, el comisario no podía dejar de mirar como trabajaban los bomberos, que después de veinte minutos de lucha, consiguieron retirar el cuerpo inerte y cubierto de sangre de un joven por el momento NN. Y, a pesar de las heridas, lo que más llamó la atención del policía no fue el cuadro de la situación, sino la pequeña lágrima que trazaba el rostro del chico ( ¿muerto?).

Los movimientos de los ojos del chico le hicieron saber que no estaba muerto. Por un segundo se cruzaron las miradas e Ibarra, con voz temblorosa preguntó:

- ¿ Cómo te llamás?
- Facun...Facundo.

De una manera burocrática, por sus lentos movimientos, los enfermeros subieron a la camilla al muchacho. La ambulancia se acomodaba para recibir otra emergencia. Con algo de destreza y mucho cuidado, los enfermeros ingresaron la camilla al furgón y corrieron a la cabina, hasta que el comisario los interceptó.

- ¿ A dónde lo llevan ?.
- Al instituto de Haedo, los golpes y las fracturas son graves.
Cortante, el camillero, contestó y se subió a la ambulancia.

Ibarra la vió partir y se quedó unos minutos congelando la imagen del muchacho. No lo conocía y sin embargo se juró que lo iría a visitar. Deseaba saber más del chico, no se conformaba con saber que se llamaba (se llama) Facundo.

Le esperaba una noche de insomnio, sumergida en café y tal vez un poco de alcohol, tratando de descifrar el accidente de esta noche.

Se puso en marcha hacia la seccional para completar o hacer que completen correctamente todos los papeles referidos al hecho. Meticulosamente revisaría cada detalle tomado por sus compañeros y la labor de los peritos, que odiaban despertarse a la madrugada para realizar mediciones, controlar frenadas y revolver fierros. Todo esto lo tendría ocupado muchas horas y después quedaba marcharse a casa para pasar la peor noche de su vida.

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