viernes, abril 20, 2007

20-04-89

Casi todo. Es como una sucesión de momentos donde no reconocés las caras, pero te imaginás la tuya. La desesperación del no saber que es lo que te pasa y ver que los demás tampoco lo saben, pero lo sospechan genera un miedo espantoso.
No sabés los nombres de los que te ayudan, gritás por el simple hecho de llamar la atención, como el llanto de los chicos, que lloran pero no pueden decir que les pasa. Gritaba para que me ayuden sin saber que me pasaba.
Cuando vi la primera cara conocida creí que estaba todo solucionado, que todo había pasado. Me equivoqué, no tenía la menor idea de lo que estaba por venir.
No me puedo borrar las caras de mi vieja y mi viejo en esos momentos, me estaban mintiendo con todo el amor del mundo, sabiendo que, quizás, era la última vez que me veían abrir los ojos.
Jamás intentaría reclamarle a nadie su comportamiento. Ni la negación ni la sobreprotección, fue su reacción y punto.
Nunca tuve verdadera conciencia de lo que tenía, esa fue la ventaja.
Puede que haya momentos, algún día, que se te borre por completo de la mente, pero nunca van a desaparecer las marcas en el cuerpo y allí están para que te acuerdes de lo que te pasó.
Si, ya pasaron 18 años y acá estoy, sólo para joderle la vida a los demás.

(Podría ser un reportaje sin preguntas. Podría ser una especie de catarsis. Podría querer no decir nada. Podría no ser suficiente).

2 comentarios:

negruu_53 dijo...

18 años ya??
cómo vuela el tiempo.
si estás acá es por algo noo?

sobre lo de Gran Hermano, en unos días voy a publicar una nota donde vas a poder opinar!

capanga dijo...

Amigo, frase hecha pero no por eso menos válida: "lo que no te mata te fortalece".
Abrazo, y hoy que sos padre seguramente entenderás más aquella piadosa y querible mentira de los tuyos.