Continúa de.
Tenía que levantarme temprano. Primero al laburo, tan rutinario como la pareja que venía sosteniendo desde hace 3 años. Después a la facu, donde había encontrado la vía de escape a tanta mierda que me rodeaba en el gran Buenos Aires.
Sin darme cuenta avanzaba por la Avenida Vergara, línea recta a la autopista que me depositaría en la casa de mis viejos.
Cambié la estación de radio y miré por el espejo asegurándome que podía cambiar de carril y pisar el acelerador.
El semáforo del Carrefour, que estaba en verde, pasó a rojo sin atinar a encender el amarillo.
0.15 marcaba el reloj digital del ford Galaxy que un año atrás salía de la concesionaria con el olor de los cero kilómetros.
No lo dudé, no iba a frenar a esa hora.
No escuché la bocina. Escuché la frenada.
Después, dolor.
lunes, septiembre 04, 2006
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