miércoles, febrero 23, 2011

Contar para atrás IV


No pude, era imposible seguir ocultando mi sufrimiento y mi mujer no es boluda. Todo lo contrario, me sorprendió su actitud y decisión frente a esta situación.

Pero no me lo dijo, actuó. A fines de mayo del año pasado me cito para tomar un café, con la excusa de que tenía que contarme algo importante y que los niños no podían presenciar esa conversación.

Celebré esta invitación, pensando me iba a dejar. No es que lo quisiera, pero yo ya estaba condenado y sabía que iba a empeorar y en algún momento todo sería evidente y los chicos iban a sufrirlo. Pero al abandonarme, estarían a salvo de mis miserias. Me puse contento por lo que creía iba a ser una jornada de de liberación dolorosa. Ellos iban a estar mejor sin mi.

Fuimos a un café ubicado en Salta y Avenida de Mayo, cerca de mi laburo, cerca de el de ella.

Cuando llegué ella estaba sentada en una mesa en la vereda, con un cigarrillo en la mano y mirando para ver si me yo llegaba.

La vi hermosa, casi angelical, sus ojos marrones tenía una viveza que me enamoraba. Ahí sentí un nudo en la garganta. No la quería perder, la empecé a odiar por querer dejarme.